Soñando despierto

Ella no lo sabe. Si lo supiera, me odiaría. ¿O quizás no?

Hoy, en el curso de francés, vuelve a suceder: me saluda al entrar y el cielo de sus ojos hace que, de nuevo, me tropiece con la mesa. Mientras abre el cuaderno, su lengua acaricia el labio superior. Poco después, la comisura se cierra de manera perfecta, reafirmando la belleza de su rostro. A media clase, una sonrisa hace que su barbilla forme un pequeño hueco y, al tiempo, dos hoyitos aparecen en sus mejillas. De reojo, la observo. A sus más de cuarenta no ha perdido ese halo de ingenuidad juvenil, de fragilidad. De pronto, un bucle rebelde caoba se desprende de su melena recogida y sus dedos lo reponen a su sitio con delicadeza. Astutamente la miro, no pierdo detalle.

A cualquier frase en francés, mi mente añade: “je t’aime”.

Se levanta despacio y pasa cerca de mí para bajar la persiana. Su talle, su culo perfecto… Dejo de mirarla. No quiero que lo sepa. No debe saberlo. Sería terrible que perdiese a mi mejor amigo porque me he enamorado de su mujer.

6 respuestas a «Soñando despierto»

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