Gris

Me has despertado. He notado el calor de tu cuerpo y la suavidad de tu pelo al rozar mi cabeza. Después del desayuno, sentado en el salón, amasas mi brazo abriendo y cerrando tus garras, para recordarme que ahora yo soy tu mamá. Sé que en ese momento te sientes un bebé y necesitas ser acariciado, aún más. Después, tumbado en tu torre, me dejas que te cepille tu suave y precioso pelo gris y te corte el borde de las uñas.

Ya es mediodía. Veo cómo te acercas sigiloso, sin ruido alguno. Avanzas despacio y majestuoso. De pronto, das un salto para subirte a mi mesa y te acomodas a mi lado. Te estrujo y no te importa. Sabes que necesito abrazarte y mueves tu cola feliz. Te cuento que hoy no encuentro las palabras adecuadas, que mi mente no está en su sitio. Me miras sin pestañear, sabes que algo va mal. Permaneces a mi lado. No te importa esperar. En tu mirada fija, en el fondo de esos preciosos ojos verdosos, encuentro mi inspiración. Continúo escribiendo.

Sin darnos cuenta, es la hora de la comida. Me lo recuerdas con tus maullidos lastimeros. No puedo negarte nada de lo que me pides. Nunca te enfadas, nunca protestas, no eres rencoroso, sólo pides tu comida, tu agua, tu rutina. Vivir tranquilamente, con un poco de compañía. Te conformas con unos minutos de juego y unas caricias. Yo también.

Después de la siesta, me acompañas a la galería. Te encanta estar allí porque está llena de flores y hace calorcito. No muerdes las plantas. Buen chico. Mientras leo unas páginas, te tumbas sobre las tarimas a mi lado, o te escondes en tu casita privada de cartón mirándome, o saltas ansioso persiguiendo una mosca. Tienes seis años. Sé que eres adulto, pero para mí sigues siendo como un niño de esa edad. Compartimos casa, comemos y cenamos a la vez, somos amigos, hermanos, padre e hijo, lo que fuere, pero estamos juntos.


Más tarde, salgo a comprar y tú me esperas tras la puerta. Hay algo para ti. Me recuerdas que es la hora de la cena y corres delante de mí hasta la cocina. Tranquilos y cenados, vemos cualquier programa en televisión, “Horizonte”, “fúlbol”, o una película (a ti te da lo mismo). Me observas desde tu torre, yo ahí abajo en el sofá, moviendo tu cola de vez en cuando. Nos cansamos de la tele y vamos a jugar un rato. Te paseo escondido en tus cajas de cartón. Eres feliz.

Sabes que has cumplido tu misión un día más. Yo te acaricio, agradecido. Ambos disfrutamos del silencio. No nos gustan los ruidos. Cansados, nos daremos un abrazo y los dos nos iremos a dormir.

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